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Ensayos y política - 01 de Enero de 2004

Cuarto oscuro

Cuarto-oscuro
Cuando era apenas un niño, durante los períodos electivos, en casa se hablaba del cuarto oscuro. En mi imaginación, suponía que se trataba de alguna fórmula nueva, utilizada por mis padres, para hacerme comer las lentejas que siempre desechaba. Me sonaba algo parecido como el hombre de la bolsa o el que se come a los chicos crudos, cuando se portan mal. Y aunque hubo muchos períodos en que el maravilloso sitio no fue mencionado, siempre dudé de la existencia de tan lúgubre habitáculo.

A medida que fui creciendo, comprendí que se trataba de un sitio que albergaba las opciones del votante. Aún así, sentía algún resquemor al trasponer la puerta de la escuela, dónde había transcurrido parte de mi aprendizaje.

Con el tiempo, fui percibiendo que el lugar se volvía más oscuro, dado que no cumplía con la esperanza, descartándome de futuro y derecho.

Hoy, quieren imponerme una multa si no asisto al solitario albergue momentáneo, dado que las constantes decepciones no son tenidas en cuenta, para estos casos.

A sabiendas que me encontraré con hojas de papel, sin rostro, apellidando el acostumbrado incumplimiento, deberé entrar en esa aula, solamente para engañarme, y dedicarme a esperar infructuosamente, ese soñado plato de lentejas que tanto me disgustaba.

Aunque, pensándolo mejor, tomaré las boletas en las que figuran los dueños reincidentes de la estafa, adjuntando, en sobre sellado, la sabrosa salsa de las que hicieron del colchón su fama; algo de traición camaleónica y un poco de proverbial nepotismo conyugal. Luego, vaciaré el desperdicio por la ranura, mientras alguien verifica, por el número de documento, al idiota expiatorio de la culpa.
Adolfo Vaccaro, escritor argentino | mensajes@adolfovaccaro.com.ar | 2002 - 2024 | Textos disponibles en el sitio: 594