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Cuentos - 05 de Agosto de 2005

Cosas del poder

Cosas-del-poder
Era un pueblo desorganizado, constituido por clanes enfrentados en constantes y acérrimas luchas, prestándose los trofeos de guerra conseguidos, a medida que se alternaban los éxitos de cada combate.

Hubo épocas que triunfaron los azules, los colorados, los verdes, los amarillos y los violetas.

Mientras, la gran mayoría gris vivía padeciendo las consecuencias devastadoras que ocasionaban los frecuentes enfrentamientos entre los poderes de turno, a tal punto, que el miedo, el desconcierto y la indigencia agredían con fuerza impía sus mínimas esperanzas.

Un buen día, comenzó a trascender un caudillo que no pertenecía a las fuerzas enfrentadas, que fue alcanzando relevancia en el sector mayoritario de los pobres o bien llamado de los "grises". Este hombre, que manejaba bien la oratoria, proclamaba la racionalidad, la justicia social y la concreción total de las máximas utopías pretendidas por ese pueblo sometido. Hasta los guerreros más pertinaces comenzaron a entender que no se podía seguir viviendo en la incertidumbre que propiciara la posibilidad de una derrota.

Los líderes de las fuerzas amarillas, azules, verdes, coloradas y violetas firmaron un tratado de paz definitivo, conocido con el nombre de "acuerdo multicolor", que tenía por finalidad dar paso a ese hombre proveniente de las bases populares, debido a que su coherente propuesta merecía la oportunidad de conducir los destinos de todos los habitantes de aquella comarca.

Una vez que fue electo por la inmensa mayoría, comenzó a suscribir acuerdos con los caudillos de los cinco colores, que habían firmado el tratado de paz definitivo, consiguiendo un gran consenso de poder para su gestión de gobierno. A cambio debía acceder a las reclamaciones de sus socios multicolores, teniendo que extraer de la gran masa de los grises los recursos necesarios para solventar tales demandas.

El grupo mayoritario de grises, que había perdido los miedos por las guerras sucesivas, debía pagar mayores impuestos, transformando sus vidas en condiciones más precarias, llevándolos a un estado de indigencia intolerable.

Aquellos que no pudieron cumplir con las obligaciones impuestas por el estado, se rebelaron, reclamando el cumplimiento de las utópicas promesas. Algunos, fueron encarcelados; otros, desterrados y la gran mayoría, ejecutados en plaza pública.

La inscripción colocada en cada lápida es siempre la misma: "Aquí yace un responsable que me dio el poder para ajusticiar sus errores".
Adolfo Vaccaro, escritor argentino | mensajes@adolfovaccaro.com.ar | 2002 - 2024 | Textos disponibles en el sitio: 594