Adolfo M. Vaccaro Sitio oficial

Fui concebido en la ígnea matriz de la razón humana. Sin convulsión ni llanto. Solamente por medio de la secuencialidad impuesta por los mandantes del destino, me fue otorgado un número que tradujera mi reconocimiento. Risueño y trágico cognomen que fuera grabado a púas abiertas, destilando la sangre encallecida de mi virginal cuerpo. Refrescantes aguas que contuvieron mi primer llanto despojado de atavismos, recordándome la orfandad de una existencia sin misterios.

Caricias y cuidados intensivos me imbuyeron de un cierto privilegio, haciéndome sentir que el placer es una manera de gratificar la vida.

Y me hice un fuerte creyente de quien me dio origen y me enseñó, que al abrirme, se podía visualizar mi mejor propuesta.

Hasta que una noche de mi interior partió velozmente un objeto duro que se asemejaba a mi piel. Luego del destello pude observar, por mi humeante ojo, un cuerpo exánime caído al pié de mis cachas, idéntico a aquel armero que una vez me hiciera creer en la vida.