¡Cuánto la amo después de su olvido!
y en un mientras, las horas calladas
visten con su hastío, sujeta alborada
penando mañanas de pasos cansinos.
¡Cuánto la amo pensando silencios!
por esa fatiga de sucesos muertos
al pié del hallazgo que surgiera nuestro
sobre el frío catre de sueños reversos.
¡Cuánto la amo en flor de su risa!
perplejo de ausencia y gestos inertes,
inmersa grisalla de ese albor frecuente
junto a la rutina que alberga la prisa.
¡Cuánto la amo reptando sus montes!
entre transpirada ración del abismo
que en simplista sombra de ciegos atisbos
la razón de ayer me aviene horizontes.
¡Cuánto la amo con umbría presencia!
rumiando su ardua condición de entrega
trastornando fatua la pródiga brega
que pondera firme dolor y renuencia.