En dos ebúrneas cadenas
se sujetó mi tormento
veintidós años apenas
me apetecieron antojos,
un conjunto de dos sendas
enroscaron sus estribos
en esa invisible cincha
por donde emana el delirio.
Jáquima fueron mis brazos
que atrapó la cabellera
para volcarme en su boca
negada a nuestra contienda
de mútilos avatares,
en pasiones sin respuesta,
abrigando soledades
negadas a toda enmienda.
En un resuello de látex,
culminación del acuerdo
sólo queda en edredones
el pozo de los lamentos,
mientras destiñe color
de piel y ropa, el billete,
en su bolso de partida
junto al adiós sin pasado.
Y me quedaré, en hojarasca,
con la imagen de tu olvido.