Cuando el morir impregne de silencio
su visión a párpado cerrado,
ya no habrá nube que repetida albergue
la vigilia del dormir austero.
Nadie estará mutando el torbellino
fijando su ilusión limbada,
ni otro plan que en cambio se sujete
de volver a cielo despejado.
Sólo el adiós sumirá nuevas razones
comprendiendo el vaticinio,
dónde encierra olvidos su despojo
y una razón de bienvenida.