Proyectada la luz de allegamiento
sobre estación de vida
mecía su alborada,
y en velo de rostro
los ojos perplejos
enarbolaban abrazos
de prieta cosecha.
Las cárdenas mejillas
vestían un silencio huérfano,
aleteando dizque
y desenlace
en estoico griesgo
de inimicísimo tributo
que flora acallamiento.
Los tiempos sumergen
el gen consagrado
sobre ese paño que ofrece
sabernos
revelación y canto,
sentimiento y sueño,
cercanía y viento
que cruje misterio.
Y la niña nace
en cada latido
de eborario prisma
sin razón ni privanza,
donde calla la angustia
trafagando bonanza.