Arriban a mis ojos tus espacios ocupados.
Casi todos,
en mi vida y la nuestra,
tibia eufonía de vientre milenario
que nimba la razón y las pasiones.
Vertiente rasgueante de parche y guitarra.
Canto azul,
de voz leve e ignorada,
descuajando el sepulcro del tirano
inhumando el olvido de la infamia.
Violeta de amor, silencio en su abandono.
Parra añil,
destierro y esperanza,
alud cordillerano mirada de sismo
que supo florecer en mito de adiós.