Antes de ejercer tu derecho a la vida, tuviste que atravesar innumerables obstáculos. La decisión de quienes te tuvieron. La elección natural en el circuito exacto del momento, compitiendo con doscientos millones de opciones igual que la tuya. La muerte implacable de congéneres en actos pasionales recientes y anteriores, que dejaron libre el acceso al milagro de tu existencia. Que nadie haya fenecido en la cadena genealógica, en tantos milenios de incertidumbre y despropósito.
Antes de ejercer tu derecho a la vida, tuviste que aprender de quienes te criaron la manera de adquirir conocimientos, los valores que proyecta la razón y los sentimientos, y el cuidado del ser que solventa tu permanencia en el mundo compartido. Entendiste que la experiencia se conecta con la receptividad de la psique, donde los placeres, dolores y conflictos condensan el arbitrio de tu personalidad.
Ejerciendo tu derecho a la vida, no sabes si alguno de tus ancestros fue violado, encarcelado, desterrado, discapacitado o víctima de una enfermedad terminal. Si era genocida, demente, perverso o misántropo. De poco importa, dado que la heredad te dotó del eslabón que precisa la cadena en el proceso evolutivo.
Ejerciendo tu derecho a la vida, te atribuyes la potestad de cortar el circuito con el que fuiste beneficiado. Entonces, el padecimiento o capricho te otorgan las tenazas para destruir, a conciencia, el continuismo de tu trascendencia. Ahora sí la violación, la discapacidad, la numerosa prole, la mala elección, el descuido y la arbitrariedad toman vigencia, permitiéndote abortar lo que fuiste antes de ejercer tu derecho a la vida. Los códigos te amparan y generan la voluntad complaciente del cercenamiento de quien, atado a tus entrañas, está prosiguiendo lo que tú has sido en aquel pasado cuando dependías del ser que te contenía.
Ni la ley, ni la ciencia pueden determinar cuántas semanas se corresponden para considerar qué es vida o cuándo se es sujeto, debido a que tu naturaleza reconoce más allá de esa inteligencia que procura destruir.
El hombre ha guiado, a través de su accionar e ideológicamente, a su especie hasta donde hoy reconocemos. Y estoy seguro que no nos va demasiado bien.
Ejerce tu derecho a la vida, sin ejercer tu derecho a decidir quién debe morir. Las razones del por qué están en ti y en cada ser que existe sobre la tierra y dentro del vientre.