El pecho se destempla en movimientos. Los latidos no conjugan el verbo acostumbrado. El corazón se torna desafinando letanías de amores olvidados. Nada se conjuga en realidades y la pausa es una fantasía sin retorno. Trémulas manos reclaman la piel de ausencias proclamadas en espacio de tiempos disgregados, mientras la sonoridad del silencio me sumerge en abismos de palabras entregadas a los llanos. Suspensión inmersa del calvario por saberse quieto en el abrazo, deambulando retornos sin horizonte; factoría de barcos en un puerto abandonado. La luminiscencia escapó con la libélula en la cresta de una ola sin orilla. Sumergido manantial de ahogos presenciales, en cada sombra que batalla entre sus espectros.