Entre domesticación y anunciaciones se debate el género humano. Ni siquiera la culturización del esclavo sirve para desarraigarse de la inimputable rotación de los deshechos donde la agonística seducción impera en el orden mental de los poderes fraccionados en escasas manos inclementes.
La domesticación deviene de filosofías exhaustas, de la diversificación de corrientes económicas y políticas pendulares, de la instauración de la violencia social amparada por simulacros de corporaciones jurídicas, y de la cosificación que abruma tecnológicamente el desempeño libre de conductas y valores. El empapelamiento del síndrome monetarista y la ausencia de medidas igualitarias, han instaurado un cáncer pandémico que, poco a poco, se está fagocitando al 30% del capital ecuménico que se encuentra en una trampa ineluctable, incapaz de sujetarse al sistema del despojo humillante y a la condición que enfatiza el derecho a la vida.
Las anunciaciones son meras declamaciones de sofismas para incautos, donde las víctimas aceleran la autodestrucción, avalados por intereses mafiosos, decretos ilegales, compra – venta de infames leguleyos y operaciones que sugieren un conductismo falaz a ultranza. La estadística permeabiliza a ciegas el contumaz dato para quien se enriquece detrás de la tramoya dinástica. El eclesiarquismo es otra pantomima que recrudece la ausencia de Theos sobre la tierra, tras concilios ofrecidos entre boato y opulencia, mediando entre sus retretes de oro y feligreses de secular hambruna.
La hipálage denuncia infurciones y los estandartes flamean miserias, batallas sin que el poder bélico ajuste su enmienda. Un decatlón financiero que tropieza por bolsas bursátiles que apestan a más muerte del que nada tiene, ahora reivindicado porque la torre de Babel invertida deja caer aquellos cadáveres que sobran del todo y entre quienes la sombra del derrumbe arremete.
A medida que la Drug Enforcement Administration (DEA) permeabiliza los controles del país más consumidor de drogas en el mundo, accionando sin que el equilibrio de alcaloides per cápita se pierda, el planeta gira con rotación espasmódica maleteando niños y ancianos de cuerpos carecientes portadores de cocaína, el asesinato se instala con nuevas omertades globales, haciendo desaparecer el principio y el futuro de la evolución.
Abiertas están los portales del infierno, mientras la desaceleración demográfica en países del llamado primer mundo combina el exterminio con desvaríos suicidas, donde millones de niños y jóvenes acrecientan un osario de impensadas consecuencias.
El imperio agoniza sobre cabezas de misiles de vasta obsolescencia. El plan de salvataje por el aporte de bancos centrales de distintos países con 700 mil millones de dólares – que serán manejados discrecionalmente por superpoderes del ejecutivo – y la estatización de la deuda hipotecaria – en detrimento de los ciudadanos estadounidenses - son las actuales variables desesperadas de una administración que ha aprendido de sus socios tercermundistas y que ahora significan la debacle de su sistema financiero y enfriamiento económico. Es la selva, se escuchan tiros y Palestina padece el exterminio impuesto por Israel, mientras la franja de Gaza se escuda en el fundamentalismo inconsciente de una ración iraní, detrás de la AMIA y el atentado de la embajada sustentada por el despropósito de un gobierno que sigue juramentándose en discursos de sujeta SIDE, disfrazado de progresismo y continuismo que accede al devenir de la pobreza y a la venta patriótica de sus haberes a cambio de los propios beneficios infames del poder. El globo gira, la racionalidad fenece en un manto de absurdo devenir
propiciatorio y consecuente. Es la ley global de una tumba declarada sin epiceyo ni mañana. Sólo nos queda, mientras existamos, un breve apéndice de memoria.
Jus est ars boni el aequi.