Adolfo M. Vaccaro Sitio oficial

Si bien es cierto que el genio de Bonn seguía fanatizando adeptos, proliferando en las majestuosas salas de todo el orbe, las ígneas alas de sus nueve sinfonías aún no habían logrado la excelsa plenitud de sus elevados manifiestos. Una y otra vez las partituras cambiaban de atriles sin que la dimensión justa de cada obra trascendiera los límites del propósito celestial de su autor.

En 1898, la Scala de Milán recibe en su escenario los pasos de un director que, con su batuta, modificaría gran parte la ejecución de la música clásica de los grandes compositores, sobre todo y especialmente la de Ludwig von Beethoven. Todo el romanticismo, el entusiasmo y el talento de ese creador, que elaboró por medio del conocimiento instrumental de órgano, piano y violín, se trasuntó en sus máximas obras alcanzando un relieve incomparable a través de Arturo Toscanini.

Su labor de casi setenta años de virtuosismo decantó finalmente, y como no podía ser de otra manera, en la ópera. Millares de neoclasicistas irrumpieron en los teatros de todo el mundo, respirando el aire renovador de ese diapasón humano que entregó su vara a los acordes de un “Coral” definitivo, a modo de epiceyo, un dieciséis de Enero de 1957.