“Las ruedas embarradas del último organito, vendrán desde la tarde mostrando el arrabal.................”, pariendo mitos, leyendas y aroma a malvones.................., “desde el fondo de Dock, siguiendo un lánguido lamento” incorporado a la voz de Carlitos capaz de atravesar la magnitud de los inexorables tiempos que decantan más allá de los olvidos mudos.
Gracias al autor de estos tangos y su extenso conocimiento teatral, permitieron que por primera vez una orquesta típica subiera al escenario a interpretar su obra “Los dientes del perro” y que, en virtud de esa inaugural experiencia, se proyectara a la popularidad el primer tango con repertorio orgánico: “Mi noche triste”.
Este precursor prolongó el manifiesto de sus genes en su querido “Catulín”, contemporanizando el plano sensitivo de nuestra música ciudadana..................
“Lastima bandoneón mi corazón, tu ronca maldición maleva. El trago de licor me lleva hacia el hondo, bajo fondo, donde el barro se subleva”.
Metafísica expresión que encierra el sentido existencial: “La vida es una herida absurda”.
Padre e hijo. Trascendencia y tango. Memorias que en María florece en sentimientos, llevados de la mano y en la voz del “Viejo Ciego”.
Hace ciento diecisiete años la ciudad de Rosario vio nacer a uno de sus más notables hijos: José González Castillo. Merecedor de este breve y justo homenaje, que contribuyó en mi linaje de ser argentino.