Justito un año antes que se organizara la convocatoria al congreso de paz en Paris, que reuniera a los veintiocho países vencedores de la Primera Guerra Mundial, nacía el 15 de Enero de 1918 en una cuna rosarina, el duende del averno. El ballet angélico inauguró sus pasos al lado de don Gabino, maestro y consejero, quien lo dotó de tiempo y trascendencia en la albirroja gramínea del Instituto Atlético Central Córdoba.
Los desorbitados ojos del demonio se abstrajeron de alguna sórdida sentencia, para tentar al Aladino de la insólita gambeta. Y entonces fue, que la garganta del Dante empezó a colmarse del ingenio popular, vociferando cantos emblemáticos: "¿A donde va la gente...? ¡¡¡A ver a Don Vicente!!!" - "La gente ya se mata por ver a De la Mata...".
Corría 1937, cuando el banco de suplentes de la Selección lo precipitó al debut internacional. Brasil y Argentina debieron recurrir al alargue para determinar quien sería el Campeón Sudamericano. Dos pinceladas magistrales rubricaron la tarde y las vitrinas se alzaron con el trofeo del genio.
El don de su dribling convocó multitudes, logrando su máximo exponente, dos años más tarde, durante la conmemoración del día de la raza en Cancha de River. Subido a la Niña y a la Pinta de sus pies, recibió el pase del guardameta Fernando Bello. Atravesó el campo longitudinalmente quitándose cuanto rival se oponía en su camino. Alguno de ellos fueron desairados por el bis de su quiebre. Hasta que el balón acarició los azorados piolines custodiados por el arquero.
-... Fue el 12 de octubre de 1939 e Independiente ganó por 3 a 2. Él me la tiró con su mano derecha por lo bajo. Yo estaba ubicado casi como un defensor, en nuestro campo, detrás de la línea de la mitad de la cancha. Comencé a correr rápidamente hacia la izquierda y eludí por dos veces a Moreno y a Minella... Me salió a marcar Vassini y también lo pasé. Entonces vi que Santamaría venía a cruzarme fuerte y le toqué suavemente la pelota, sorprendiéndolo. Ya dentro del área me salió a marcar Cuello, a quien anulé tirando la pelota hacia adelante; la alcancé y quedé solo para tocarla hacia el arco, cuando el arquero Sirne me tapaba el primer palo. Él pensó en el centro, por eso se abrió un poco y yo la puse en el huevo entre le poste y su pierna derecha.(Narrado por Vicente De La Mata)
Y fue gracias a ese golazo, que la palabra del diez rojo lo hizo “Capote”.
La pluma de Luis Sánchez Gorio y el pentagrama de Nolo López, en un dos por cuatro quisieron inmortalizarlo. Sin embargo, la ingratitud secuencial de los recuerdos, dejan nubarrones en la imagen colectiva, que suele desteñirse por la euforia difusiva eternizada en la octava maravilla de la olvidadiza pantalla.
Don Vicente, Erico y Sastre convirtieron 556 goles en partidos oficiales de campeonato y son el trío más goleador de la era profesional del club de Avellaneda.
A pesar del presente avasallante, la leyenda prosigue y la tradición esgrime sus voces aún vigentes. Igual que la de aquellos trece millones de cuerpos exánimes que dejaron sus atrincherados sueños en pos de un mundo mejor.