Edith Giovanna Gassion
¡Oh! Paris...
acrobacia y cafetín
dieron tu gorrión viviente
junto a las gorras
de Belleville
cuando después
la campiña
sujetaba el abolengo
rancio de origen
en manos de Clarissa,
vinos y burdeles.
Ceguera y milagro
vistieron los ojos
del doliente canto.
En Môme Piaf
el inocente embarazo
partió al celeste
la negación materna.
Je ne regrette rien
y La vie en rose
se hicieron pueblo,
sobre cenizas de guerra
y llorosas mortajas
de esperanza negada.
Enamorada,
recurre al alcohol
de su cuna negada,
hasta el amor elegido
sucumbe destinos
de tumbas agriadas
en millonario desdén
por francos y triunfos
su alma deambula
entre veintisiete años
de manos viriles.
Luego, la egestad
retoma su gesta
peregrina ruinosa
de mórficos sueños.
Deslumbrada de voces
apadrinó excelencia
vistiendo de afiches
a nuestro Atahualpa.
Y el don de la siembra
reúne noblezas
en seres distintos
de igual trascendencia.