En cavernícola ráfaga se crispa
la razón del hambre
volviéndose diáspora y camastro
a paso de odio.
De respuesta en cruz, el Nazareno
torna sus ojos repitiendo Gólgotas
y en un aclis sujeto de futuro,
recrudece el hombre su martirio.
Madero de acero arremetiendo
un perdón original, nuestro destierro,
¡tantas centurias transitando olvido!
mientras se hacina en delirio la palabra.
El huso devana iterado testimonio
en un papel impreso, sus valores,
que sumados otorgan trascendencia
coronando de espina el desvarío.
En cónclave se votará otro santo
con perdón a índice,
y en mortal suspiro, el Elegido,
irá de calvario.
Adolfo M. Vaccaro
A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: “Por camino de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.
Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. No proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento. Mas en cualquier ciudad o aldea donde entréis, informaos quien en ella sea digno, y posad allí hasta que salgáis. Y al entrar en la casa, saludadla. Y si la casa fuere digna, vuestra paz vendrá sobre ella; mas si no fuere digna, vuestra paz se volverá a vosotros. Y si alguno no os recibiere, ni oyere vuestra palabras, salid de aquella casa o ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies.
De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad”.
“¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios”.
Amén.