Partiendo de las bases que conforman la ética, el derecho y los principios de la fe, quisiera preguntar a quien pudiera responderme ¿qué diferencia existe entre la vida de un político y la de un niño que muere (junto a decenas de otros niños en un mismo día) por culpa de las directivas que imparte el gobierno que integra ese y otros dirigentes?
¿Por qué este sistema de crimen organizado y amparado por una justicia que ha perdido hace años la venda de sus ojos, no encuentra el castigo merecido por parte de las víctimas que supieron conseguir?
Si nos remontamos a historias recientes podemos observar que países que dicen ser más “justos” y paradigmas de la democracia, para terminar una guerra destruyeron pueblos inocentes por medio de la masacre, como ocurriera en Hiroshima y Nagasaki, o bien asesinar presidentes que se oponían a otorgar beneficios a mafiosos y a una mayoría segregada que atentaba contra los intereses del poder que sigue gobernando al mundo, o bien la reivindicación de vetustos derechos por medio de grupos terroristas que atentan contra aquellos que han sido cómplices del desmantelamiento de nuestro estado nación y ven morir a su clase política y grupos de inocentes por medio de auto bombas. Otros grupos como las brigadas rojas o el movimiento de liberación Palestina han luchado y siguen combatiendo por sus principios erróneos o acertados, eso no importa. En definitiva el hombre es un permanente trasgresor de los principios básicos de toda convivencia pacífica, en donde ambiciones y utopías han derivado en matanzas inútiles.
Sin embargo, ¿que sucede en nuestra patria? ¿Por qué somos parte resignada inmersa en rediles cada vez menos soportables? ¿Dónde ha ido a parar la sangre de nuestra herencia que construyó los pilares de este suelo que otros, ahora, se han encargado de destruir?
¿Por qué seguimos permitiendo el crimen organizado y legalizado, que nos entrega mansamente en manos del carnicero que vende nuestros restos a cambio de la orden impartida por los dueños del matadero que manejan la vertiente sangre de un mundo desfalleciente?
Debería valer lo mismo la vida de unos ojos que sostienen el hambre de su incipiente cuerpo que la un político que ha hecho de la estafa su actividad lucrativa.
¿Debería?