Nuevamente ella.
Ingresando a la penumbra,
algodonando en tapia mis oídos,
a párpado cerrado la imagen ilumina
el curso de la mano hacia su cuerpo.
Como adelantado sabedor de mapas
curso la piel por riscos y laderas.
El pelamen frondoso de azabache
promete el galope enardecido
trepado a cada monte en arrebato,
encabritando de grito la conquista.
Es ella,
luchando en el almejar de la entrega
lanzando catapultas de suspiros
mientras la flecha resistida atina
su ritmo mortalmente herido.
Sólo ella,
negada a la vislumbre
destrona al baldón de todo olvido
tornando dichosa la trama sugerida
y en misma pertenencia, su vacío.