No sé porque cuando te contemplo nunca me devuelves tu mirada. Será, tal vez, por el frío que cobija tus entrañas, señalando la invariable crueldad de los tiempos transitados. Entonces, frente a ti confieso mis recuerdos y esa mórbida suposición que sólo a tu silente razón compete.
El rouge, la sombra, el maquillaje y el rimel, que tantos rostros buscaron ante tu apariencia revestir de normalidad las ardientes entregas pasionales, tratando de borrar - a trazo de pincel - aquellos momentos recientes repletos de ruegos, promesas, gemidos y besos. Pero, sé que no puedes hablarme de esto. Es tu glacial arcano que jamás develarás delante de mí, por más que te lo pregunte inquisidoramente. Únicamente te importa mostrarme qué soy sin verter opinión, aunque desconozca para siempre cada uno de tus pensamientos, y ese secreto, tan nuestro, que ya no puedo recordar.
Tal vez, cuando la vida decida volverme ausencia, extrañes mi presencia.