Este día quiero dedicarlo a ti, doncella rubia de cejas oscuras, que en sortilegio de amor envolviste mi adolescencia. Quedé aquella noche prendado en tus ojos y atornillado a esa butaca de cine de barrio.
Llegué a casa flotando en el halo virtual de enamorado y te escribí aquellos versos:
A TUS OJOS
Soporte que en tus ojos se contiene, como un racimo de anhelos adquiridos..
brillo constante del deseo resumido...breve laguna que en sus aguas me entretiene
jazmín oscuro de pasiones milenarias...rito fugaz de atisbos entrecortados.
Luna eclipsada por jardines encantados...nido albergado de visiones misceláneas
susurros de miradas proyectan tus misterios...jugo de mil especies que el parpadeo produce
sombra que inflama el sendero de las luces...pestañas que abanan el sonar de los cencerros.
Son tus ojos el motivo que promete dulcedumbre...undívago palpitar de la uberosa sonrisa
.espasmo del deambular con que se muda la brisa...fiel rocío pendular para que el día me alumbre.
Que nunca partan tus ojos, quitándome su esplendor...pues moriría de amor, inerme en tus labios rojos...
Los años transcurrieron dejando a su paso la decrepitud que el tiempo otorga. Pero mis recuerdos tienen el frescor de aquellas vívidas imágenes junto a Frank Sinatra, James Stewart, William Holden y esa Madeleine estupenda que me sumergió en tu “Vértigo”: film considerado entre los diez mejores de toda la historia cinematográfica estadounidense.
Y hoy te tengo como foto de escritorio en mi pantalla de computadora. Evocando tus palabras dichas cuando a los treinta años te alejabas de los set del séptimo arte: “Ahora elegiré yo al hombre con quien acostarme”.
Pero ni tus palabras, ni los reportajes taquilleros podrán defenestrar ese atisbo de ensoñación juvenil que aún se niega a partir de la fantasía enquistada en mi alma.
Feliz Cumpleaños, Madame Novak. No es condición de caballero hablar del subjetivo pasaje de tus años.