Desde tus lánguidos ojos de caja enracimada,
tres pares de vías cruzan tus durmientes,
hasta perderse a lo lejos,
allá,
en el puente final,
cuerda adentro,
donde el alma transita madera.
Las aves nocturnas se posan de a gajos
en el arriado mástil de canto y bandera
y que en solitario himno
promete milagros.
Accesible sueño del pobre más pobre
que apuntala en zoque
llantos milenarios.
Bastión de oquedades
estirpes de oriente
que dieron su moro
y helénico albergue.
Laguna profunda que emana dulzores
de pudor alado,
templanza de voces
disueltas en pródigos y variados saltos.
Endecha de tierra virgen,
concierto de historia cierta
precursor deseo que ilustra poetas.
Señal de infinito,
silueta de amor reposado
que en trémula falda
encierras tu espacio.
Cuerpo abierto de Araucania
que en los ocultos desvelos
viera nacer la nostalgia
de su grito prisionero.
Ejecutado abolengo
por el dueño del anhelo
que busca escurrir sus manos
por debajo de tu velo.