La invisible aguja transporta su giro de luz vigilante.
Ráfaga que pega sobre la pared contraria a mi catre.
Un llanto de niño o el tosido agudo cobija la noche,
volviéndola humana
hasta la alborada.
La puerta se abre.
Botas lustrosas transitan crujientes el pasillo inmundo
deteniéndose, otra vez, frente al sucio colchón
dónde el cuerpo de Edith, llamativo reposa.
Tambaleante es guiada por el paso brillante.
Dos horas más tarde,
aseada y gimiendo es devuelta a su lecho,
sabiendo que el tiempo no limpia los ascos
y que la azada espera sedienta sus llagas.
La hediondez se hace propia.
El olor común ya es parte de un todo.
Es el milagro que nos hermana como nunca
junto al inesperado y robado destino.
Un grito extranjero el pabellón conmueve
renovando su espanto.
La estrella en mi pecho envuelve de miedo los raudos latidos.
Alguien comenta que el baño masivo llegará para siempre.
¡Bendita agua vivificante!
Por un tiempo, la piel que la mugre arruga
gozará renovando su antigua tersura.
La interminable fila aguarda en silencio.
El permiso de hablar ha sido vedado por el casco negro.
El turno ha llegado.
Ingresamos prietos al recinto de cemento.
¡Por fin!.......... respiro profundo,
mientras, la prúsica nube envuelve mis ojos de sueño infinito.