Vórtice del azul, diluido en pentagramas,
látigo en gorguera humedeciendo la mirada,
osamenta que enracima el atávico despojo
y un dragomán se endecha naciendo cantos.
Voz esclava que el blancor no ha desollado
transmigrándose en simiente de cadencia
y en fecunda pretensión, su clara ausencia,
es huraña de emblema en cruz incinerada
Vasto laberinto de leyenda y contrapunto
vibra voraz en acorde deteniendo el tiempo.
Pretoria visión del palmar, fuga y lamento
aquietando ¡nunca! la razón como rescoldo.
Sones milenarios extirpados de sus toldos.
Sangre de selva fenecida en las haciendas.
Segregada libertad de templo que sustenta
el coral celeste albergando sus clamores.
Variación del hoy que raíces incomprende.
Exaltación en compás de súplica y clemencia
que en tamboril mutación devana la indolencia
volviéndose sentido de eterno desamparo.