Cuando el humor era petiso
y las alturas lo robaron.
Encallados en reparos
y sosiego
la risa apostrofó silencio
en un manto de adiós
irrepetible
y el agnado calefón
destartaló su abismo
de ausencia
elevando en palabra de peor
la austera nada
sin concilio.
En acallamiento doliente
la rebelde noticia
hizo elevar
el pesar de las aguas que,
aun siendo infinibles,
el llanto bebe
sobre draconianos titulares.
El oído sumerge ausencia,
moustache y delirio
en un corazón
que arría a media asta
la bandera agradecida,
murmujeando pueblos
de alófano latir
como fue tu siembra.