La sombra de tu breve sonrisa te sumerge en mis latidos para que extraigas sus haberes más latentes.
Porque mis haberes son mis esperanzas, que hoy no son menos urgentes que el ayer.
Ya sé, te siento que me piensas incomprensible, pero no importa que me comprendas, pues sólo hablo con el adentro que posee ausencias.
Brevemente me dejo deslizar por el tibio carmín de tu carnosidad besante, para luego detenerme en el rictus acentuado de esa extendida sonrisa, que únicamente pertenece a tus estímulos presentes.
Sin embargo tu abstraído pensamiento me interna atempórico al teclado visceral de tu expresión, desposeída del contacto de mi esencia.
Ya no me afecta. Ni siquiera me arrepiento por retozar en el vergel rosado de tus encías límpidas y tan mías.
Y lo que más me divierte, es saber que ni siquiera me intuyes, dado que si así ocurriera, darías por terminado este pensamiento tuyo que me retiene sin saberlo.
Y pasaría a ser el despojo que se engulle por el torrente burbujeante de tu saliva entretenida y abismada.
Discúlpame. Soy egoísta. Sólo me interesa participar alegremente del vaivén de tus surgentes labios, balanceándome a través de tu breve sonrisa.
De esa sonrisa que destierra calámicas sombras de un ayer incongruente e incompartido.
Porque tu pensamiento ni me crea, ni me intuye, ni siquiera reconoce referencias vivenciales.
Pero está junto a mí porque yo sí te he creado a través de tu pensar que ignora mi vigencia.
Esta virtual vigencia que me sigue sometiendo a la sombra de tu sonrisa.