Me deslicé en lágrima.
Tu rostro,
tibio plasma que mi sal recorre
hasta el betún
de tus Erebos negados.
Una nueva lágrima
resuelve el párpado candente.
Tu areola,
eclipse solar negado a mi boca
radar de pecado
que abreva desiertos.
Y otra gota
traslúcida viajera de sombras.
Tu pubis,
montículo secular de congos
selva en deseo
que obliga milagros
y llantos de Nilo
por ritmos abiertos.