Tú, allí, dormida,
mis ojos recorren
como vez primera
ese sueño
que me incluye
en el supuesto,
igual que el lustro
haciendo nuestro
cada espacio de su senda.
La luz bisela
tu figura y labios,
deseado mutis en espera
como flor perpleja
de rocío ausente,
como tiempo renacido
en la vislumbre
sujetando de manos
la caricia,
cuando despiertes
del saberme tuyo.