Yo te he visto caminar las baldosas de mi barrio
y aunque me creas otario no me gusta chamuyar
pues no es de hombre alardear las cuentas de su rosario.
Pero voy a hablarte a solas, mistonga grela raída
que yo sé de tu caída, de la pasarela en bolas
cubierta con rala estola que al bardo el cuerpo convida.
Mas no te voy a negar que cuando eras bambina
te creían buena mina los muchachos de la pieza
que hablaban de tu belleza y que te sabían fina.
Y cuando al barrer coqueta la vereda del convento
hasta a tu viejo contento se le hacía la croqueta
pensando que así, paqueta, ganarías su sustento.
Mas no le pifió el destino que te vio partir de dique
sin pensar en ese “a pique” que deparaba el camino
que encontró en tu poco tino, fácil placer de repique.
Te adaptaste a la manera de ganar biyuya pronto
agitando igual que un trompo a tu cuerpo como norma,
utilizando tu sorna lo curraste a más de un tonto.
Hoy quien te viera mas vieja de vuelta en el conventillo
con quien juega de yuguiyo haciéndote de pareja
escuchando de tu queja que es sólo un cafiolo pillo.
Otra vez firme en la brecha te sabés abrir de patas
revoleando la alpargata, pero ya de mina hecha
a quien se le mojó la mecha por ser una mala gata.