¡Oh! vida,
haz discordado el gris de los acentos
secando lavas del Erebo íncubo
tachando espinas de experiencia
redimida.
Nada domeña el pasaje del respiro
y es dulcedumbre el acúleo segundero
mientras bebo en albornía
el trago rugiente del latido
complacido.
Incenescente es el instante,
permanencia vivífica del siempre
donde la razón de libamen
vence a la diáspora sujeción
de su talaje.
No hay traficación, sólo camino
y en veranda me adueña la observancia
junto a esta piel, prodigio de viandante
sin albureros presagios
fantasmales.
¡Oh! vida,
el airón ha plasmado nuevamente
tu inocencia.