Hay momentos, que la herrumbre estalla en el diafragma lumínico y el nebuloso juez condena a muerte momentánea al astro que la vida encandila. La nostalgia y el olvido se vuelven calesita y la sortija es dueña de los abismos profundos del plasma intransitable. La marejada desaparece y el silencio colma la magnitud del cemento. Los vientos denuncian sus moradas a las aves y a esta sombra, aún mayor, que es arrastrada a los ecos de huellas desaparecidas. Nada es unidad ni tumulto. Nadie es espacio disfumado de un mañana justiciero. El pincel, diagrama atemporal el desierto transparente y la sed del color transita un prístino sendero sin verdades ajustadas a figuras. Ni siquiera testimonios se conjugan en un plazo que redima la sujeción del prisma.
Hay momentos, que una cárcel sin rejas, acomete venturosa sobre el infinito cielo, de siniestra vacuidad y sin motivo de sabernos.