Demora tanto en nacer y mucho más cuando se aleja en sepultada bala de combatiente olvidado. El silencio uniformado destiñe su razón de bandería y la causa del mandato crispa osarios sin historia. La fecha acierta al sugerido cognomen en símbolo de flores secas, arrugadas mucho más que la vida partiendo liberada de impávida agerasia, revestida en papeles sin memoria.
La cognición sucede desamparos alertando la ceniza de los tiempos como impronta de alburero, subyugando cruces, estrellas, medias lunas que proclaman su dogma envilecido.
La coprolalia infausta su misil, enardecida, entre vísceras que mueren su mañana, y la falaz renunciación de bondades se colma por odios seculares.
La umbría dinastasia presagiada envuelve el estigma presuntuoso y el lodazal que ahueca el precipicio profundiza el escaño consabido, disociado en longitud de especie, descuajando el prestatario servicio de adivinación pagana.
El nacido es propietario de milagros. Una comunión que completa la ataujía ecuménica sin distingos. Solamente ser permanecientes de la consecuencia que alberga el sentido de la especie liberada, desgranando el hilo de arena por estar encolumnados al eslabón de la cadena de nuestros abolengos y actuando conforme a decencia.
El mundo enmudece palabras anónimas a cambio de confort y plásticas tarjetas, y la resolución se atormenta extirpando en consumismo los valores formativos. La cosificación quemó a los prohombres y el ínclito devenir patriótico. Todo repercute en competencia, mientras la alineación se viste de cordura y sacrificio inmensurable que conlleva a la misma bala del combatiente olvidado.
Demoramos tanto en nacer para sólo resistir morir en soledad.
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