Viste de bandera la escasa mesa
y pon en tu alacena los despojos,
allí encontrarás un algo de esperanza
la que habita solamente entre nosotros.
El árbol navideño es pan del comerciante,
quien pretende codiciar otro festejo
sin meditar en fe, único haber
que aún no ha sido pisoteado por derecho.
La imprecisa fecha carece de bondades
mientras agita su advenido campanario
y la góndola nos torna inalcanzable
su sino de ofertorio sin milagro.
Si la lámpara del arrepentimiento
vistiera en genio la consigna del escarnio
otro sería el mundo de guirnaldas
acometiendo al escudo del tirano.
¿Qué vislumbre alcanzaría en el sosiego
la igualada virtud de nuestro hermano?
¿Quién podría disuadir con inclemencia
su razón de fusil e igual calvario?