Si pudiese en bordonas
aballarme
sujeto a burbujas
de alófano abalorio.
Si el sentir esquinara
mil gorriones
abiertos a los pechos
de su canto.
Si el gregal vestigio
convirtiera
el trayecto de pasos
trashumantes
hacia oquedad en son
de una guitarra
y en privanza la voz
del estallido.
Si el revellín fuera
sólo plasma,
quiescente emblema
que ajusticia
el tiempo, píamente
y en flor, la proporción
sonriente
tiñendo el fatuo cauce,
la ingénita gratuidad
del somos
sucedería la razón
en vamos.
Epicúrea sensación
de gres
que surge diseñada
por mis manos.