No le crea al que dice apreciarlo y solamente recurre a usted cuando lo necesita.
No crea en el amor del familiar que solamente se encuentra con usted en tiempo de festividades. El lo ignorará cuando lo frecuente las dolencias.
No le crea a aquel que le pide el voto, manifestando honestidad de gestión. Únicamente busca la manera de robarlo.
No le crea a esa gran parte de medios que le dicen estar en constante contacto con la gente, manifestando que usted es lo más importante, dado que solamente es tenido en cuenta para incrementar el rating. Piense que el drama que usted atraviesa genera buenos dividendos a las empresas de difusión. Además no se confunda. "No existe la libre expresión en los multimedios". Y a veces, tampoco la objetiva mención de la verdad.
No crea cuando le dicen que vive en democracia. Lo tratarán de convencer los que abogan por ella desde el poder, para cercenarle la libertad y su derecho de igualdad y de justicia.
No le crea a quien ya lo estafó. Aunque le cambie el discurso y, como caso insólito, haga su autocrítica. Piense que el hombre es el único ser que se tienta a tropezar más de dos veces con el peñasco del engaño.
No le crea a los que dicen que no piensan hipotecar nuestro futuro. Ya lo vendieron.
No le crea de manera absoluta al jerarca eclesiástico. No importa cual fuera su culto. Usted puede ser utilizado como feligrés contribuyente, aumentando el poder económico de la iglesia que su fe profesa.
No le crea en todas las ofertas que ve a diario en los diversos comercios. A ellos no les importa que usted se beneficie. Solamente les interesa vender su improductivo stock a modo de publicidad.
No crea ciegamente en las apariencias que generan el éxito, la fama y el excesivo confort. Ellos son los principales flagelos que padece una sociedad como la nuestra, y a su vez son el antídoto de la cultura.
No le crea a la entidad que le asegura guardar bien sus ahorros o en aquella que recibirá la parte proporcional de los haberes mensuales destinados a sus beneficios jubilatorios. En ambos casos el tiempo le hará comprender el engaño, la indignidad y la impiedad. En los tiempos que vivimos, el delito es a la libertad lo que la justicia al soberano.
No le crea a esa mayoría propagandística. Es el método recurrente para acaparar consumidores incautos.
No crea en todas las medicinas genéricas. Está probado que en gran cantidad de casos no cubren, con la misma eficacia, las que se fabrican en laboratorios.
No le crea ciegamente en los laboratorios. Ellos no trabajan para la pobreza.
No crea en los representantes gremiales. Harán un paro diciendo que reclaman por usted y al final llegarán a establecer acuerdos espurios con los gobiernos de turno, que lo marginarán, mientras ellos se convierten en más ricos.
No crea que dejó de existir la represión, el autoritarismo, la especulación y la segregación. Usted está sentado en un mundo donde estos son factores prioritarios.
No crea abiertamente en todos los grandes emprendimientos solidarios. En alguno de ellos hay mucho de corrupción, lavado de dinero y de prebendas que favorecen a ambos partícipes necesarios.
No crea que sus bienes están seguros. Vivirá apremios, inestabilidad, usurpación, confiscación estatal, usura y posibles embargos financieros. Estadísticamente se roban más automóviles que los que se fabrican. Además tenemos, por excelencia, una baja cultura previsional.
No crea en los movimientos sociales independientes que carecen de estructura partidaria. Solamente luchan por ocupar el mismo poder que hoy detestan, pero si lo consiguieran se volverían igualmente repudiables.
No crea en los partidos tradicionales. Ya lo dejaron sin sangre. Ahora van por sus huesos.
No crea en su incesante y fastidioso discurso. Si no acciona, nunca será tenido en cuenta y seguirán sucediéndose las mismas calamidades sin que sirva su reclamo. Toda protesta dispersa va a parar a un sumidero nuliacúsico.
No crea en fáciles palabras si no tienen un válido sustento en el conocimiento. Es el vil método que hoy se utiliza para idiotizar mentes y voluntades. Comprenda que continuamos inmersos en el subdesarrollo
No crea demasiado en usted mismo. También es egoísta y puede transformarse, conforme a como se den las circunstancias, en el traidor de sus antiguos preceptos y consignas. Debemos comprender que la verdadera felicidad es un fragmento que surge de un honesto momento de vida.
No crea que Dios está a su lado. Él se encuentra en una dimensión que aún usted no comprende. Nosotros pertenecemos a una especie de seres inferiores que solamente aprenderemos a vivir en comunidad universal una vez que hayan transcurrido algunas decenas de centurias.
Entonces te preguntarás ¿En que debo creer? Y yo te respondo: "nunca en el debo". Además tú eres más inteligente que yo y deberás buscar como salir de este laberinto marginal y carente de valores. Empieza a renacer conjugando "el nuestro".
Se debe erradicar el sustantivo egoísta para trocarlo en verbos de sueños realizables. Es un trabajo difícil, pero allí y en cada uno de nosotros está la respuesta.