Borrasca flébil cerneando huellas,
anticipo inexorable de gris despojo.
Dédalo arrogante
en discordante horizonte,
montesco desdeñado en la aridez de una lágrima.
Acidógeno fruto, roca abandonada
sucumbiente en cien matrices.
Rescoldo de pena
que abisma el volcán herido,
profecía sempiterna que se obliga en coalescencia.
Conductismo que grita el desarraigo
sin importar dolores ni recuerdos.
Ausencia mordaz
sepulcro lábil de conciencia,
epiceyo singular que redime el trayecto del perdón.