Rostro calcáreo que arriba la sorpresa,
ojos grandes atravesando la cruz roja
como vehículo que enciende su sirena
anunciando la libre sonrisa despojada.
Lágrima seca que acierta sus rubores
muestra acabada de sendero desvalido
sal de niñez que en único horizonte
cierne el canto postergado del olvido.
Nariz de guindón, fulgor del colorado,
corazón de voz que humilla la dolencia
seda extendida que el ridículo abreva
su paso existencial sin nombre ni cadena.
Huella gigante, babucha en fantasía
mostrándose pobre o en cínica pantalla.
Un mendrugo de amor, torpeza y alegría
sin final de telón, de razón y de mañana.