Transcurría el 3 de Febrero de l973, cuando Abel Saenz Buhr – actor - y quien escribe – conocedor y encargado de hacer respetar los términos contractuales -, partimos hacia el Perú para negociar unos libretos, por los que estaba interesado Canal 5 Panamericana Televisión, y que iban a ser el argumento de una telenovela. Salimos del Retiro en un tren que abordamos en el Ferrocarril San Martín, que nos llevaría hasta el volcán Socompa – límite con Chile, para luego continuar viaje en un vetusto vagón – de aquel país - anexado a una locomotora de 1896 hasta la ciudad de Antofagasta. En definitiva, llegar a Lima nos llevó cinco días y ocho horas. Durante el transcurso de la agotadora travesía nos enteramos del fallecimiento, en un accidente automovilístico, de Hernán Figueroa Reyes, cantante folklórico que nos dejó en lo mejor de su carrera.
Muy escasos eran nuestros recursos económicos, ya que dábamos por hecho el motivo que propició nuestro viaje.
Sin embargo, al día siguiente de establecernos en un modesto hotel de San Borja, fuimos a concretar la operación con la directiva y producción del Panamericana Televisión. La sorpresiva charla que sostuvimos con los gerentes, nos informó que las acciones de los canales, habían sido tomadas – en un 51% - por el gobierno de facto del General Velazco Alvarado. Varados a cinco mil kilómetros y casi sin dinero, visitamos a una amiga en común: la actriz Marina Méndez, quien nos permitió, transitoriamente, hospedarnos en su departamento ubicado en el residencial barrio de San Isidro.
Los pocos días que pensábamos quedarnos en el Perú, se transformaron en insólita permanencia, durante los tres meses que otorgaba la visa turística.
Pero, todo lo antedicho es lo menos importante que nos ocurrió, pues aquí comienza la historia que, en lo personal, me condujo a conocer a aquellos juglares que estaban relacionados con los Café Concert de la zona de Miraflores. Solamente habían tres: El Palais Concert, Las Máscaras y Urpi. La regular trayectoria de Abel y mi caradura imaginación, nos permitió realizar un espectáculo en el Palais Concert, basado en cantos, chistes e improvisaciones teatrales con el público asistente. Ante lo inesperado de las circunstancias, comenzamos a trabajar a local lleno, cosa que ni el propio dueño lograba salir de su asombro. Después de dos meses de funciones ininterrumpidas, el propietario del local nos abonó, de a puchos, solamente la primera semana, aduciendo que por carecer de visa de trabajo no estábamos en condiciones reglamentarias, fijadas por extranjería, para seguir laborando. Y aunque lo intuía de antemano, la estafa fue concretada.
A partir de ese instante, comencé a involucrarme en el mundo nocturno, permitiéndome conocer a excelentes artistas que han pasado prácticamente al olvido, dado que, una vez obtenida mi visa de residencia, integré como animador esos staff que le dieron distinción y alegría a las marquesinas miraflorinas. Ante las excesivas concurrencias de espectadores, empezaron a estrenarse nuevos centros de similar condición. El Tartufo, el teatrín de Tulio Loza, Zeñó Manué – de la gran Chabuca Granda -, Barrabás – dónde actuaran Enrique Pinti, Delfor y Alberto Locatti -, el Huevo, de los hermanos Barraza y algunos otros de menor trascendencia. Aquel movimiento de boudeville alcanzó niveles inmensurables.
Todo este fenómeno se inició en la década de los 70’, no permitiendo que hoy en internet, podamos encontrar referencias de quienes gestaron esta expansión inolvidable.
Mi recordación, a modo de homenaje, tiene nombres y apellidos. Vinko 'El rey del café concert', fallecido a sus jóvenes 51 años; Gina Dean, una de las mejores cantantes que dio Perú en el terreno melódico, que nos dejara físicamente en 1993; Chabuca Granda, la mejor compositora que dio el vals y la música negroide, luchadora incansable por los derechos correspondientes a autores y compositores; y todos aquellos que aportaron su granito de arena: Claudia Damer, Delfina Paredes, Iván Romero, Chango, Héctor San Luis, Galileo, Dino Cabello, Carmen Rosa Basurto, Jorge Salinas, Elva Alcandré, Felipe Méndez, Roberto Bonet, la familia Ureta – Travesí, y los artistas, cantantes, músicos, expulsados de sus patrias, que recalaron tratando de ganarse el mendrugo, entregándonos los mejor de su arte.
Es verdad que puedo haber pasado por alto muchas personas que transitaron los tablados de aquellos días. Se trata únicamente de un problema de memoria, aunque, quienes no se sientan aludidos, les pido mis más sinceras disculpas.