Los pies se niegan a continuar caminando. Cada paso se vuelve espina que punza talón y apoyadura. El cerebro, Rey Supremo y razón de ordenanza, comprende que peligra el transcurso del viaje. Tomando las riendas internas, dictamina el instante de reposo inventando una coartada. Mientras, su capricho compagina sendas y destinos, de distinto anhelo, trayecto y distancia, negando a los pies fatigados, el plan decidido de forma inconsulta, como lo hace siempre.
El Rey, conoce de tiempo sólo por la urgencia y su imaginación. Los pies, lo descubren a través del espacio que ignora de esperas. Igual, y a babucha, el cerebro obliga andar a destajo, buscando recuperar, a tranco de premura, el momento que ha escapado, por culpa y desdicha de unos pies cansados.