La muerte es cohecho que legisla
el cajón entregado al funebrero,
veloz sanción de ley sobre degüello
prometiendo su rédito de cruces.
Cuando el tránsito anida la alborada
y la ciudad se anima de carteles,
está el que suma deshojando laureles
restando el hambre a su presencia.
El siglo XIX protesta su vigencia
queriendo cobrar por desarraigo,
justifica su razón en el embargo
de salud, trabajo y educando.
Pero, el trilenio hace gala de su plan
en la egestad del voto programado,
tanta palabra subida a los estrados
vitupera la inconciencia de sí misma.
La promesa es sinónimo de antaño
que se vuelve secreto en la mansión,
en el parlamento se disfruta vacación
para alistarse en sábana del puedo.
El urgente decreto del no quiero
nutre el arca de aquel que lo quiere
y en su misérrima posición, sostiene
el mandato concedido de su pueblo.
Es bueno firmar que no se fume
mientras la salud hace su huelga
abarrotando calle que devuelva
la dignidad del mérito ignorado.
Un piquetero muérese en protesta
otro, se hace virtud de oficialismo
otro, propone su maximalismo
siendo víctima en cárcel setentista.
Oíd murientes el grito sagrado
Hermandad, libertad, igualdad,
Oíd el ruido de gruesas cadenas
Ved en trono a la indignidad
Ya su trono ha muerto hace rato
Entre feudos de estafa social
Y los necios del mundo imponen
La pobreza argentina ¡Salud!
Sean eternos los laureles
Que debemos conseguir
Coronados en lucha vivamos
O juremos con gloria morir.