Sobre un mostrador sin estaño, esperando la pizza con moscato en mano, comienzo a observar la miscelánea futbolera que atropella las paredes. Entonces, el recorte papelero se convierte en recuerdo y los oídos se inundan de gritos fantasmales. El estadio de madera descarta su agonía y un vendaval de pasos transitan Avenida La Plata. El azulgrana promete hacerse taura el domingo, mientras el calendario agita su fijeza en el anuario. Un nuevo sorbo tornasolado abreva mis entrañas, y a medida que René me sonríe como nunca, la popular se agita a tablón batiente: 'Dale Mamucho, dale Martino, que los rivales se quedan con el vino'.
Aquel primer llanto tatengue y su breve andar leproso, recalaron en la historia grande de los cuervos, prodigando su estandarte junto al padre de la patria que vio en un sacerdote el homenaje de su estirpe.
Y en un febo asoma a cancha repleta, ciento treinta y dos gritos iluminan su cosecha. Una porción de ellos cumplieron cincuenta y siete años y un campeonato que no puede diluirse en mis retinas.
A modo de revancha deportiva, el ciclón invadió la ibérica península. Trece pepas le ofrendaron a la selección de la realeza en dos partidos, y para no descartar la conquista de los lusos, un diez a uno prodigó aquel paseo.
Luego de ser considerados como los mejores del mundo, los catalanes tentaron al centrofoward para quedarse a jugar en Barcelona, pero los arraigos en aquel entonces valían mucho más que el dinero.
La carrera triunfal de Pontoni fue como vuelo de gorrión: impetuosa y corta. El infortunio plegó su arrebato goleador. Su historia deslumbrante se atenuó lentamente en otras tierras, hasta ofertarse nuevamente en el San Lorenzo del 54.
Y a medida que la guitarrita va apagando su pantalla de cartón...................che, mozo, traeme una de anchoas y otro moscato!!!.