Galopo sobre espasmo de tiniebla
arengando, en fractura, la porfía
solventando la ración que aún comprende
su mútila visión de un nuevo ¡vamos!
Y me sustraigo, lanzando llamaradas
de abismo, sobre latidos devanados
donde el honor naufraga de concilio
cuando el perdón hace su mutis fracaso.
El beso nos compara en lo que fuimos
verdor, susurro, albergue complacido,
un fulgor de fantasma sobre enlace
callando la traición desgarradora.
Otro cerco se estrecha en naufragio
reposando la palabra que prometa
un secreto renegado entre cobijas
con exilados placebos de conciencia.
El ajeno ha sido nuestro en el estar
junto al llanto vulvar de actual deseo
y ante el estambre cegando su silencio,
se infracta el adagio incontinente.
Sólo la voz es almacigo renuente
que repite la noción pertenecida
en invidente colapso de pasado
repitiendo su muerte embravecida.