Hay personas que por aptitudes no debieran desvanecerse en brisas olvidables, atravesando únicamente el eco de las cañadas. No me refiero a los famosos y talentosos que han trascendido históricamente, sumergidos en la lectura de algún libro o enciclopedia. Si no a aquellos que iluminaron el paso del semejante, anónimamente, en que la sujeción del tiempo los abandona luego de la tercera generación. Ellos fueron arados que prodigaron el surco de la fecunda tierra, donde los frutos no comprenden la semilla que contienen. Y, aunque la simiente promulga la conservación de la especie, el fundamento esencial repleta sembradíos sin memoria, entre sustantivo y verbo que antes fuera.
Es maravilloso saber que a mi edad poseo una profunda faceta romántica, sumergido en el manantial del ser recibido. Conocer que el cuerpo es un medio y que el fin me reúne en el ser interior, es la manera de darme cuenta que vivo en un merecido equilibrio, debido a que he superado resentimientos, miedos y culpas, a través de un profundo balance a conciencia. Nadie me llevó por un camino que no quisiera transitar. Por consiguiente, cada uno debe hacerse cargo de su conciencia. La libertad es un derecho adquirido, aunque nazcas en la esclavitud. Debemos luchar por ellos y cumplir con las obligaciones. La existencia es un perfecto equilibrio, en su debe y haber. Quien no llegara a entenderlo, seguirá reclamando en el desierto de la vacuidad.