Las cosas nunca fueron como Dios manda. Teniendo en cuenta que pertenecemos a un árbol cuya genealogía es incestuosa, tampoco me atrevería aseverar que somos unos reverendos hijos de puta, dado que si así fuera, nos veríamos en la disyuntiva de pensar que Nuestro Creador mantenía relaciones con una tremenda mujerzuela y que cuando Él se puso a dormir la siesta, la ramera nos parió, tirándonos a este mundo escatológico a esperar al famoso Redentor. Ese Salvador, fue secuestrado por muchos avispados para llenarse los bolsillos, arrogándose la mensajería divina y quemando a cuanto ser inteligente o reflexivo se oponía, creyendo que éstos les iban a escupir el estofado esquizofrénico de la suprema mentira milenaria
De lo que sí puedo estar convencido es que pertenecemos a una casta de seres inferiores, capaces de matarnos los unos a los otros por un segundo de fama; de confort; de estar una hora con la que nos hace la croqueta sin que nos pase cinco de bola; dejándonos romper el orificio anal por cualquier estólido que nos vende una falaz ilusión; por el político de turno que nos mete sus manos extirpándonos el escroto, segando la poca dignidad desfalleciente, o por un gurú que nos asegure la eternidad a cambio de un permanente y ventajoso diezmo.
Resulta evidente que si Dios existiera, jamás se perdería un segundo en tratar de orientarnos, educarnos, y mucho menos de salvarnos, dado que no existe nada que nos pueda conectar a una razón que concierne al sentido común. Únicamente corresponde a la condición humana, cortar a recién nacidos por mitades para traficar drogas; raptar criaturas de 6 a 14 años incorporándolos al ejercicio pedofílico; abandonar a personas indigentes con el fin de obtener algún beneficio electoralista.
El homo sapiens se ha encargado de generar un manual de diferenciaciones, para sentirse distante de su semejante y hacerle pagar cruentamente por tan imperdonable error. El color de piel; la distinta etnia; la razón ideológica; el cognomen; el oprobio que simboliza alternar con personas de una fe distinta; pertenecer al norte, sur, este u oeste; a Europa, América del Norte, África, Asia, Latinoamérica, Oceanía o a algún islote de ultramar; la posición económica; la tarjeta de crédito; la marca de automóvil; la gaseosa que se elige; la marca de zapatillas que te ayudan a pisar el mismo suelo que el que vive en harapos………..
Todo se fue al cuerno. Y no digo infierno, a ver si todavía Dios escucha un susurro, se aviene a descender de categoría y decide mandarnos a la mismísima mierda.