Cuando el dizque celestial
renace en tablatura y canto,
un son de Rafaela prodiga su sentencia
derogando ausencia de sendero,
infirmando estelares huellas
donde la juventud esgrime
el eviterno espacio,
coronada de volver hacia tu tierra.
El presagio se aviene
al caudal destino
emanando zamba
en luz de advenimiento,
más allá de la cuerda del trapecio,
más acá del arpegio colorido.
Entonces, la guitarra clama
en razón presente,
la costumbre signada por tu vuelo,
suave paloma florando indeleble
su sinfín de preludio y pentagrama.
Latitud solar, plenilunar vigencia
de telúrico abismo,
mientras el mi deviene otro festejo
desangrando su voluntad de estirpe.