El viento gime su locura negra
tras la visión del grito,
y cada espasmo es parca
en su camino
preñado por visiones
entre calcañares vencidos
deteniendo la conciencia,
crispando mano y cerrojo
en horco de inclemencia.
Las raíces yacen muertas
con un tañer de presagios
donde la alborada ciega
la mansión de sus hartazgos
deponiendo en tromofilia
el descastado recuerdo
que fuera luz y familia
en razón de trascendencia
por columna, amor y verbo.
Tú, que en abrigo de amor
creaste un instante sujeto
al caldero sangrante, devanado
sobre el cáliz supuesto
de mañanas, que perciben
adioses retenidos entre lados
que deponen abismos latidos
colmando lechos sin nada,
plagiando sueños recuerdos.