Encendí el motor de la ilusión,
temiendo por las bujías neuronales
y el viejo tiempo del pistón silente.
La herrumbre se dejó escapar
del perpetuo sueño, y el temblor
mutiló las serenas alas de mi alma
susurrando inquietud en el sereno.
Y ella no sabe del yo que antes fuera
en aquel que era cuando ella no existía,
doblado entre sombras cada refugio
contando mis piedras de sentir vacío.
El torso zambulle su cristal de cielo
buscando frescores en luz y mañana
subyugando al aura de tibio remanso,
escalando gritos que aniden templanza.
La ilusión sonríe en tambor de ausencia
redoblando el goce que ignora la estela
y el pistón aúlla, neuronal espera,
horadando cosmos, bujía y quimera.