Dublín paría a uno de sus hijos predilectos mientras Santa Brígida recibía la honra de su santidad, allá, por 1882. Taciturno, callado, observador e imaginativo, transitó su niñez y parte de su adolescencia en medio de un mundo envuelto por la atenorada voz aficionada de su padre, llenando el recinto de sus espacios mudos.
Una vez comenzada su carrera universitaria trató de volar a pesar de las redes invisibles que propician desconciertos, radicándose en París, dejándose llevar por la vida licenciosa que continuó a su regreso en su ciudad natal. Burdeles, tabernas y una miserable bohemia inundaron sus espacios vitales hasta que en el verano de 1904 apareció en su hastiante encuadre Norah Joseph Barnacle, permitiéndole alcanzar el amor nunca antes conocido. Ese mismo año se casó y su potencial empezó a rendir sus frutos, junto al advenimiento de sus dos hijos, en Trieste, lugar dónde se radicó la familia.
La cara del fracaso lo acompañó durante los primeros años de su nueva existencia, mezclándose con la incertidumbre que generaba la iniciación de la primera guerra mundial. Es en ese preciso momento que se gesta su obra cumbre que marcó un hito en la literatura universal: 'Ulises'.
Más tarde su obra autobiográfica 'El retrato del artista adolescente' alcanzaba un gran éxito en EE:UU, luego de pasar desapercibida en Londres.
'Ulises', su mayor creación narrativa en 18 episodios, fue traducida a casi todos los idiomas conocidos. Este libro curioso e intrincado, para algunos críticos de la época, es una de las joyas de las letras anglosajonas.
El 13 de Enero de 1941 se hizo la noche en la vida de James Joyce y en la pérdida de su conciencia aún crepitaban estas palabras: '¡La noche ahora!. ¡Dime, dime, dime olmo!. ¡La noche!. ¡Dime un cuento de tallo o de piedra. Junto a las aguas del río, las aguas de aquí y de allá!, ¡La noche!'.