El mejor control de natalidad.
El esoterismo simbólico y generacional ha suplido la comunicación conocida, basada en razones sensoriales y hoy en camino de exterminio. El universo presencial y gestual ha sido reemplazado por imágenes virtuales, donde el carisma o desagrado deviene de referencias vítreas que a modo de fotografía sostienen argumentos indefinidos e insustanciales.
De pronto, el montículo carnal se aviene a la arenífera contienda. Lazos girados al viento despojan la escasa vestimenta playera, jugueteando con los fantasmas orgullosos del pudiera.
La ventisca y tórrido granítico cemento, desplaza camino en andanadas ilusivas, sobre monitores de pasos desnudos, elucubrando pasiones postergadas. Y en su miserable andar prodiga la querencia de unos pechos despojados y erguidos por el ansia del relieve, ajustados por las clavijas del mismo sujeto teclado. La rutina postergada de un tenernos diluye objetivos consagrados a la temperie.
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El sueño, extenuado damnificador, entrega límbicamente una porción cansada de esperanza, arañando guiñoles inconcientes y el veraz motivo de haber sido por un rato.
La ecuménica legumbre multicolor transita la elipse mansión de ondas informáticas, mientras el cielo descubre sin sentido un hormiguero que oficia de mañana.
Y seguiremos fundamentando la impiadosa vulgarización del desdén.