Sobre arena blanca pisaba su huella
en días de niño volcado al pudor,
vestía mi ensueño la secreta boca
aspirando cielo de fresco arrebol.
Mientras su mirada se hacía horizonte
tornándome árbol seguía el andar
de un vano deseo, guía de promesas
que trama el misterio desde el más allá.
Los días volcaban sólo su presencia,
mi juego ignoraba el rol principal
buscando por mar su esencia dejada
en cada mañana que la viera entrar.
Vértigo inocente, palpitar intenso
que nunca entendiera la noche final
sujeta en su rostro con alas de luna,
montando la espuma no volvió jamás.