Cuando las guerras fueron desechadas por falta de rédito, y el mundo solamente albergaba la cuarta parte de la humanidad sobreviviente a ellas, dio comienzo la gesta que proclamaba la única premisa de subsistencia, que consistía en determinar la división genérica. Y aunque la identidad sexual había sufrido constantes mutaciones, dos grupos bien diferenciados pugnaban por el ejercicio del poder.
La heterosexualidad se mixturó con grupos de transexuales, homosexuales y travestis. Las dos corrientes principales, bien definidas, manifestaban agitando sus pancartas balanimorfas y vulviformes, diseñadas de modo uniforme, y que estaban representadas por un largo falo blanco y dos prominentes labios verticales de color rosado.
Cabe mencionar que la bisexualidad y los científicos - que estaban a favor de la fertilidad asistida y fecundación en probeta - fueron condenados a muerte, por medio de la utilización del único acuerdo legal, homologado entre ambas partes.
La confrontación duró setenta años, sin posibilidad de reconciliación. El feminismo y la masculinidad no pudieron alcanzar sus objetivos que les permitiera dejar de ser el o la.
Una fuente, que había sido construida en la gran plaza Concepción, mostraba la estatua de la virgen sosteniendo a su hijo exánime, al tiempo que varios carteles descoloridos, flotaban sobre las sucias aguas de aquel universo abandonado.